Dispositivo, ritual, instrumento, juego, festín, ridículo, gesto cotidiano. Esta muestra reúne tres grupos de trabajos de Sofía Durrieu, organizados en el cuerpo de la sala como si esta fuese un templo.
Desde el título de la muestra -escribe Patricio Orellana- Sofía Durrieu nos avisa que está detrás de algo primario, primitivo, previo, algo anterior a una forma que, por más antigua y perenne que parezca, no puede ser la primera. Un cuerpo que todavía aloja la promesa de una metamorfosis, pero la deja en suspenso, arrojándola a la imaginación: el protolito. También, sospecho, le debe haber atraído ese falso diminutivo, que reaparece en los nombres y descripciones de sus piezas (“Paisajito”, “cuerpitos azulejados”) y le otorga a ese concepto un poco nerd y abrumador un aire de sencillez y cotidianidad, una escala al alcance de la mano. El título se completa con otro término: “Limen”, que se detiene en los “pasos previos” a la entrada o salida hacia otro espacio, que pretende convertir un borde en una zona, un pasaje en un paisaje: un templo. Y que también nos invita a pulir una superficie áspera hasta volverla más apacible y receptiva. Y a limar. La muestra reúne trabajos de diferentes grupos. Pero a todas las recorre un gesto que insiste: la búsqueda de volver sensibles procesos (hábitos, posturas, movimientos de energía) que tenemos automatizados. Un ejemplo es la manera en que Durrieu crea empalmes mecánicos para conectar fenómenos que en principio.
Del 7 de junio al 15 de julio. Puede visitarse de martes a sábados de 14 a 19.
Ruth Benzacar (Juan Ramírez de Velasco 287).