Con la curadoría de María José Herrera, Malba presenta No habrá ninguno igual, exposición antológica de Edgardo Giménez (Santa Fe, 1942) que abarca más de sesenta años de su producción artística, con cerca de 80 obras e instalaciones que hacen foco en su filosofía y activismo en pos de una “obra de arte total”.
Desde el título de la exposición asoma implacable el típico humor popular del polifacético Edgardo Giménez. Pintor, escultor, diseñador gráfico y de objetos, arquitecto, escenógrafo, creador de imagen y personajes, desde principios de los años 60 su arte fluye simultáneamente a través de todas esas disciplinas. “Artista moderno, informado e internacional, sus obras conservan no obstante una clara identidad argentina, porque se nutren del folklore urbano, de sus mitos y personajes vernáculos. El repertorio de Giménez conecta con la imaginación y la fantasía universales desde nuestro país, en cuya idiosincrasia la parodia y la ironía ocupan un lugar central”, señala la curadora María José Herrera.
La exposición funciona como un film antológico donde cada escena refleja el tema, el estilo y las obsesiones de Giménez. La obra se despliega en seis secciones donde animales rodeados de arcoíris, selvas y encanto de cuentos de hadas se convierten en objetos de uso o de contemplación. Cada espacio está dedicado a un concepto de su repertorio, configurando una serie de relatos fantásticos en los que Giménez muestra el lado más vital de la experiencia cotidiana. Dos escenografías realizadas por Giménez para la industria cinematográfica son reconstruidas para dar marco a objetos, pinturas, esculturas y arquitectura. Son parte de los decorados para las películas Psexoanálisis (1968) y Los neuróticos (1971), ambas del director Héctor Olivera, que recrean el espíritu onírico y desprejuiciado de los films. El segundo de ellos -un gran huevo que permite ver su interior-, será activado periódicamente por performers los días miércoles, sábados y domingos de 16 a 19.
La muestra también da cuenta de la estrecha relación de Eduardo Giménez con el crítico Jorge Romero Brest. En especial, a través de la reconstrucción del interior espejado del departamento del matrimonio Romero Brest en Recoleta realizada por el artista, y de la maqueta de la vivienda de fin de semana Casa azul (1969-1972), en City Bell, concebida como un objeto artístico habitable y seleccionada a fines de los setenta para la muestra «Transformations in Modern Architecture», del MoMA de Nueva York. También se exhibe la maqueta de Casa neptuna (2020), concebida en José Ignacio, Uruguay, para la Fundación Amalia Amoedo.
En la explanada del museo, se exhibe una reinterpretación de la obra Ocho estrellas negras, que presentó originalmente en las «Experiencias visuales 1967» del mítico Instituto Di Tella. En este caso, se presentan cinco estrellas –número que remite lúdicamente a la excelencia de una calificación– que mantienen la idea de trabajar con la reproducción seriada de una forma establecida. Las estrellas son una marca registrada de Giménez. Ellas connotan el brillo como metáfora del éxito de la belleza y la imaginación, y pertenecen a ese mundo que tantas veces cita y que forma parte de su poética: el espectáculo.
El arte y las industrias culturales conviven armoniosamente, sin conflicto, en un artista que insiste en que el arte debe producir bienestar y alegría. La monumentalidad de la ópera y de su versión pop, la comedia musical, la desmesura decorativa y la fiesta son su modo de vivir en esa realidad diferente que el arte ofrece a la naturaleza. “Siempre pensé que se podía provocar artísticamente por distintos medios, no solamente a través de una pintura. Se puede utilizar lo que se quiera, siempre y cuando el que lo haga sea un artista. Porque el arte es eso, modificar al otro a partir del contacto con ese objeto o actitud estética”, sostiene el propio Giménez.
Los medios masivos siempre fueron para Giménez una fuente de inspiración, no solo porque se ocupan de los temas de la cultura popular, sino por las estrategias que emplean para incluir a un público mucho más amplio que el de las artes tradicionales. En su carrera destaca la intervención pública ¿Por qué son tan geniales?, de 1965, en la que las estrategias del arte y la publicidad se vuelven indistinguibles. En ese momento, Giménez, junto con Dalila Puzzovio y Charlie Squirru, rentó un espacio publicitario a metros del Di Tella y de la agencia de publicidad Cícero, en el que colocaron una imagen de los tres posando con sus obras. El gigantesco póster se apropió de la estética, la técnica y el circuito de distribución de los carteles de publicidad cinematográfica. Desde su ejecución anónima hasta la imposible circulación en el mercado, ¿Por qué son tan geniales? desautorizó el fetichismo de la obra de arte y desafió las instituciones al situarse en el ámbito alternativo de la calle. En este sentido, puede considerarse una obra pionera del “arte de los medios”, fundamental durante toda la década de 1960. Con ese mismo espíritu, que ya había plasmado también en otros dos locales –La Oveja Boba (1963-1966) y La Mordedura Tierna (1964-1966)–, Giménez creó junto a Romero Brest a fines de 1969, luego del cierre del Di Tella, Fuera de Caja – Centro de Arte para Consumir, una boutique y centro de diseño que, como su nombre lo indicaba, vendía objetos artísticos. Del proyecto participaron muchos de los compañeros de la generación ditelliana, como Puzzovio, Pablo Mesejean y Delia Cancela, Squirru, Marta Minujín y Federico Manuel Peralta Ramos, quien vendía allí su disco Soy un pedazo de atmósfera.
Del 25 de agosto al 13 de noviembre. Puede visitarse de jueves a lunes de 12 a 20 y miércoles de 11 a 20.
Entrada general, 1.600 pesos; estudiantes, docentes y jubilados acreditados, 800.
Malba (Figueroa Alcorta 3415).