De Luis Longhi
(La Docta Ignorancia)
Un intrigante policial negro entreverado con buena parte de la historia del tango y de la Argentina. Anselmo es uno de los bandoneonistas más iluminados que ha dado esta tierra, pero además de su arte, es poseedor de una crueldad despiadada. Sus crímenes y su música van de la mano. En 2010, a punto de cumplir 100 años, un azaroso reportaje deja expuesta una vida plagada de sangre y belleza.
El bandoneonista levanta la cabeza sin disimular su furia. Deja el fueye a un costado. Se pone de pie. Abre el saco. Sobre un costado de su pecho una funda expone un arma. Avanza dos pasos hasta el borde del escenario mirando en dirección al origen del crujido que detonó el naufragio. El muchacho es un muñeco desvencijado paradito en el medio de su desventura. Su mano sangra. El cuerpo le convulsiona. El alma se le desgarra. Las miradas del tigre hambriento y de la presa herida se entrecruzan. Los ojos de Anselmo escupen cuchillos. Son la bala que sabe su destino. Extrae el arma con tal parsimonia, con tal expresividad que dan ganas de llorar ante tanta belleza teatral. Lástima grande no sea teatro. Le apunta a la entreceja. Lo más lentamente que se lo permiten las articulaciones lleva con su dedo pulgar el gatillo hacia atrás.