Una exposición que propone un recorrido por artistas de renombre internacional, nacidos en México, y que presentan obras por primera vez en la fundación. El proyecto, diseñado por Proa, tiene como premisa exhibir, debatir y estudiar la monumentalidad en las obras, así como las experiencias y pensamientos que cada una de ellas concentra. Dada la riqueza de propuestas y metodologías, cada artista se presenta con piezas emblemáticas a lo largo de las cuatro salas, generando múltiples narrativas.
Espejos de México aglutina un conjunto de obras de arte que actúa reflejando -como en un espejo-, diferentes aspectos de la cultura, la historia, la diversidad y las perspectivas contemporáneas, revelando múltiples capas de significado.
Aunque los artistas comparten raíces comunes por su lugar de origen y formación han tomado caminos diversos. Abraham Cruzvillegas y Damián Ortega residen en México, pero acreditan una larga trayectoria pedagógica y de trabajo en el exterior. Por otro lado, Julieta Aranda y Rafael Lozano-Hemmer emigraron tempranamente al extranjero desarrollando sus prácticas artísticas.
Espejos de México encapsula esta dualidad y diversidad de lecturas, dado que cada obra, creada dentro o fuera de México, contribuye a un mosaico dinámico en el que se puede vislumbrar el origen y la adaptación cultural en un contexto global.
Durante el mes de agosto, en diálogo con esta presentación, en el espacio de PROA21 se inaugura la exhibición del artista belga-mexicano Francis Alÿs, con curaduría de Cuauhtémoc Medina. Sus obras se destacan por una documentación exhaustiva sobre las vidas y costumbres de la sociedad mexicana. Cuando la fe mueve montañas fue una acción realizada en Lima,
Perú, en 2002.
La presencia de Francis Alÿs, que elige vivir en México, representa la multiplicidad de propuestas en la comunidad artística global y cómo este grupo de artistas da cuenta de la cultura mexicana y de las prácticas contemporáneas.
Desde la videoinstalación de Julieta Aranda, las obras “construidas” de Abraham Cruzvillegas, el arte expandido de Damian Ortega, el arte multimedial de Lozano-Hemmer, y la presencia de la performance en la obra de Alÿs se construye una exposición única y por primera vez en la Argentina, que da cuenta de la versatilidad artística contemporánea.
LAS OBRAS
Luego de participar en un vuelo de gravedad cero, Julieta Aranda explora en su videoinstalación el impacto del progreso científico imaginando una posible “ruta de escape” para la raza humana en estos tiempos abrumadores; su interés por las herramientas digitales se aproxima a la instalación inmersiva de Rafael Lozano-Hemmer que se activa con la voz de los participantes, generando escenas lumínicas que indagan en las conexiones entre arte y tecnología en el contexto de la luz. En sus comienzos profesionales Abraham Cruzvillegas y Damián Ortega coincidieron en el Taller de los viernes, un ámbito de reflexión fundado por Gabriel Orozco que más tarde impulsó sus búsquedas individuales en el campo social. En su práctica Cruzvillegas trabaja el concepto de “auto construcción”, una plataforma sobre la que erige esculturas e instalaciones efímeras. Su pasado como caricaturista político asoma en los dibujos y pinturas que acompañan la pieza principal, realizada in situ por el artista en una suerte de ritual performático.
Ortega enfoca sus proyectos en los procesos industriales para desarmar objetos cotidianos y analizarlos expandidos, fragmentados, invitando a reconsiderar su funcionalidad y nuestra relación con el consumo. La acción realizada en 2002 por Francis Alÿs en las afueras de Lima, Perú, da cuenta de la magnitud del esfuerzo colectivo al momento de superar obstáculos tan o más grandes que una montaña.
Julieta Aranda es invitada a exhibir por primera vez en las salas de Fundación Proa. En 2014 presentó en Buenos Aires una serie de trabajos en la galería Ignacio Liprandi sobre el proyecto “Teorema del 1 Mono Infinito”, o Tools for Infinite Monkeys (Open Machine). Sus obras de carácter multidisciplinario se destacan por la forma en que la artista hace uso de los recursos en la instalación, el video, y la escultura conformando un territorio en el que explora temas como el tiempo y la percepción que se mezclan y entrecruzan con sus vivencias personales y sensoriales, dando cuenta de la vida cotidiana contemporánea. La famosa serie de video instalaciones Robando el propio cadáver (un conjunto alternativo de puntos de apoyo para un ascenso a la oscuridad), conforma una aguda reflexión sobre los acontecimientos sensoriales y conceptuales del sujeto contemporáneo. Es a partir de su propia experiencia que se construye el proyecto, cuando fue invitada junto a otros artistas a experimentar un vuelo con gravedad cero, en ocasión de la Bienal de Berlín en 2014. En Proa se presenta la video instalación correspondiente a la primera parte.
A propósito de su trayectoria, la galería Mor Charpenter escribía: “En su práctica artística, Julieta Aranda observa la relación humano-tierra alterada a través del lente de la tecnología, la inteligencia artificial, los viajes espaciales y las hipótesis científicas. Al trabajar con escultura, instalación, video y medios impresos, Aranda se interesa en la exploración del potencial de la ciencia ficción, las economías alternativas y las ‘poéticas de la circulación’. Sus proyectos desafían los límites entre el sujeto y el objeto a la vez que incorporan los encuentros fortuitos, la autodestrucción y los procesos sociales. En 2006 obtuvo un Máster en la Universidad de Columbia en Nueva York. Anteriormente había realizado su formación en el School of Visual Arts en Manhattan (2001). Como directora de la plataforma en línea e-flux junto con Anton Vidokle, Julieta Aranda ha desarrollado los proyectos Time / Bank, Pawnshop y e-flux Video Rental, todos ellos iniciados en el espacio de e-flux en Nueva York, y que han sido presentados en diferentes escenarios del mundo”.
Se presenta por primera vez en Buenos Aires una exhibición individual de Abraham Cruzvillegas (México, 1968), destacado artista de reconocida trayectoria internacional. Esta muestra surge de la colaboración entre Cruzvillegas y Fundación Proa, que comenzó con una visita a la fábrica de Tenaris en México, más exactamente a Veracruz, para explorar los materiales que utiliza la industria siderúrgica. Desde México y en diálogo con el equipo de Proa, Cruzvillegas brindó algunas intereses especiales sobre los materiales, pero dejó que los asistentes elijan, traigan y provean los objetos que consideraban propicios para su instalación. Esta peculiar y extraordinaria postura frente a la obra la vuelve participativa, porque es el equipo de trabajo y el espectador quienes finalizan de construir la obra. En sus palabras “todo objeto es bueno y necesario para la obra”. El site specific central compuesto con materias primas locales están acompañados por cinco telas de gran formato, también realizadas en nuestro país. Las pinturas a manera de una performance son realizadas con una mapa y escoba. El autorretrato ciego es parte de su historia, de sus intereses y momentos vividos, coloreados conformando un retrato del artista invisibilizado al espectador. El resultado es una obra polisémica.
Estas obras evidencian la meticulosa metodología y el profundo enfoque conceptual del artista, y dan cuenta de su trayectoria y proceso creativo. Sus inicios como caricaturista político asoman en los dibujos y pinturas que acompañan la pieza principal, en una suerte de ritual performático. A través de su obra, Cruzvillegas nos invita a reflexionar sobre la capacidad creativa y la capacidad de transformar la realidad a partir de lo que tenemos a nuestro alrededor, una declaración política y social. En sus propias palabras, Cruzvillegas describe su enfoque como un juego constante de resolución de problemas: «alguien como yo puede hacerlo, sin demagogia ni falsa modestia». Este enfoque se ve claramente en sus piezas, que pertenecen a tres distintos cuerpos de obra presentados en diversos lugares, siempre utilizando materiales locales —los cuales, a su vez, traen consigo diversas capas de experiencia y transformación, apelando a las economías locales, sus sociedades e individuos—. Bajo el concepto de “autoconstrucción” sus proyectos se erigen como monumentos efímeros formados por materiales encontrados y en desuso, un readymade hecho de clavos, tablas, pedazos de plástico y metales devenidos en escenarios donde se representa el drama de lo humano. La autoconstrucción se manifiesta como una forma de resistencia activa frente a la desigualdad económica y la opresión estatal. A través del acceso a la tecnología y la creatividad, su obra subraya la reutilización, mostrando cómo la innovación y el ingenio surgen frente a la escasez y cómo no siempre se necesitan grandes recursos para crear.
Casi la totalidad de las obras de Abraham Cruzvillegas que se presentan en Fundación Proa han sido realizadas en el sitio, con la ayuda de un equipo local, quien ha provisto los materiales y el apoyo técnico. Pertenecen a tres distintos cuerpos de obra que he presentado en distintos lugares, siempre usando materiales locales, los cuales traen de por sí diversas capas de experiencia y de transformación, apelando a economías también locales, a sus sociedades y a sus individuos. A la primera serie se incorporan dos nuevos dibujos de gran formato, realizados sobre superficies de tres por cuatro metros, pintadas con numerosas capas de pintura acrílica comercial blanca, como la que se usa para pintar paredes en el espacio doméstico. Los dibujos se hacen con trapeadores comunes y corrientes, con los que dibujé las efigies de dos primates de dos especies distintas, de las que conocemos como mandriles, una hembra y un macho. He dibujado simios desde la década de 1980, cuando trabajaba como caricaturista en diversas publicaciones de la ciudad de México, algunas de circulación nacional. En mi país a los caricaturistas nos llaman “moneros” porque dibujamos “monitos”, cosa que me tomo a pecho, por lo cual he dibujado monos (orangutanes, gorilas, bonobos, chimpancés, etc) sobre una multiplicidad considerable de superficies, incluyendo el papel, la tela y las paredes, con diversos materiales, incluyendo bolígrafos, óleos, acuarelas, tinta china, marcadores, lápices, y saliva. También del contexto de la caricatura, con un giro político vigente, procede la analogía de los simios —desventajosa para ellos— con los dictadores y los gobernantes autoritarios. Tres dibujos de las mismas dimensiones pertenecen a una segunda serie de obras que he realizado desde hace varios años, como abstracciones de recorridos o mapas psicogeográficos de derivas ineficientes por ciudades, barrios o países, haciendo rutas entre lugares favoritos o significativos. En estos casos utilizo los colores básicos (azul, rojo, amarillo), más rosa, verde y dorado, para trazar líneas —también con trapeadores sobre telas preparadas— que concurren en círculos de distintos tamaños, representando esos lugares. Cuatro esculturas nuevas están realizadas por completo con materiales de reciclaje, procedentes del patio de chatarra de una fábrica de caños. Afirmando su genealogía, en el uso de materiales industriales que habrían de pasar, o que ya pasaron por varios procesos de transformación, desde su estatuto mineral hasta el de objetos utilitarios, las esculturas refieren a distintos momentos, ya no de la fundición, de haber sido escoria, de pasar por el estado líquido al sólido, de su abatimiento para poder llamarse “tubo”, sino los de la historia humana, del invento del fuego y del reconocimiento del metal a su conversión en herramientas y armas, a la siderurgia, a la gran promesa de la modernidad, a la industria, al futuro y a la destrucción del medio ambiente, a la utopía en reversa. Pendiente, como la promesa misma, la más grande de estas esculturas ha tomado forma a partir de aleatorias decisiones vinculadas a la física moderna y a la ligereza de sus relaciones internas, de las que solo seríamos voyeurs, esperando que las cosas caigan por su propio peso. Las otras, de pequeño formato, aspiran a ser interpretadas, en un sentido estrictamente musical, por alguien que reconozca en su materialidad el potencial de la masa.
La obra del destacado artista Rafael Lozano-Hemmer atraviesa invariablemente la condición humana. Utilizando tecnologías como luces robóticas, vigilancia computarizada y redes telemáticas, entre otras herramientas multimedia, sus obras involucran al público de una manera única, desafiándolo a explorar temas sensibles como el control y las relaciones de poder en la sociedad contemporánea. Sus instalaciones y performances a gran escala son verdaderas experiencias artísticas que nunca se limitan a lo visible. Al contrario, proponen una inmersión en lo invisible, una invitación a ser parte de algo más grande y a encontrar sentido en la interacción humana. Casi desde el comienzo de su prolífica trayectoria Lozano-Hemmer se ha enfocado en crear lo que él describe como «antimonumentos», obras que no se imponen al público sino que les permiten representarse a sí mismos. Matriz de voz, la instalación que exhibe en Proa, se activa cuando el participante habla por un intercomunicador que hace visible su voz a través de los destellos de luz. Luego, un patrón único de parpadeo se almacena como un bucle en la primera luz de la serie, iluminando la pieza completa. Cada nueva grabación empuja todas las anteriores una posición hacia abajo, y gradualmente se puede escuchar el sonido acumulado de las 882 grabaciones anteriores. Los participantes se sorprenden al escucharse en esos dibujos que parpadean, luminosos. En Proa el artista invita a los participantes a citar poesías y frases con sentido para ampliar el significado de la obra.
Rafael Lozano-Hemmer nació en la Ciudad de México en 1967. Vive y trabaja en Montreal. En su práctica artística crea plataformas para la participación pública utilizando tecnologías como luces robóticas, fuentes digitales, vigilancia informatizada, muros multimedia y redes telemáticas Fue el primer artista en representar a México en la Bienal de Venecia con una exposición en el Palazzo Van Axel, en 2007. También ha exhibido en otras bienales como La Habana, Estambul, Kochi, Liverpool, Melbourne, Mercosur, Nueva Orleans, Shanghái, Singapur, Sidney y Wuzhen. Sus instalaciones de arte participativo a gran escala transforman espacios públicos, creando entornos conectivos para comunidades. En 2019, presentó Border Tuner diseñado para interconectar las ciudades de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua. El proyecto reunió a decenas de miles de personas en ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. Otras obras fueron encargadas para eventos como las “Celebraciones del Milenio” en la Ciudad de México (1999), la Capital Cultural de Europa en Róterdam (2001), la Cumbre Mundial de la ONU en Lyon (2003), los Juegos Olímpicos de Invierno en Vancouver (2010) y la preapertura del Museo Guggenheim en Abu Dhabi (2015), entre otros. Sus obras integran las colecciones de instituciones como MoMA, Guggenheim, TATE, Reina Sofía, Hirshhorn, NGV, MUAC y MONA. Entre sus exposiciones individuales recientes destacan «Presencia inestable», una retrospectiva de mitad de carrera coproducida por el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal y SFMOMA; «Bosque sonoro» instalado en más de 120 acres de tierra en el Museo de Arte Americano Crystal Bridges en Bentonville, Arkansas; «Medidas Comunes», su primera exposición individual en la Galería PACE de Nueva York; e «Isla de Traducción», un recorrido de 2 km que incluyó diez obras de arte público, en la Isla Lulu, Abu Dhabi.
Sobre Escarabajo dice Damián Ortega: “En 2002, decidí hacer una simulación de un VW enterrado de tal forma que el único elemento visible más allá del nivel del suelo fuera una pequeña superficie de los neumáticos. Debía parecer como si fuera un escarabajo que ha muerto con las patas al revés. El entierro tuvo lugar en el patio trasero de una casa. Enterré los neumáticos en la posición exacta en la que deberían aparecer si un coche se hundiera realmente en el suelo. La imagen evocaba factiblemente una escena en la que un niño hubiera enterrado a su mascota muerta en el jardín. El lugar se convertía en una tumba para el Escarabajo, y los espectadores podían recrear la situación.» Otra importante cuestión formal abordada en esta pieza (Beetle ’83, 2002) es la inversión de la posición del vehículo en relación con el suelo: el coche se sitúa sobre la circunferencia de la Tierra por su lado interno. En 2005, celebré el entierro de mi Volkswagen Sedan 1983 en los alrededores de la planta de VW donde se ensambló originalmente, en Puebla, México. Este proceso se convirtió en la película de 16 mm bajo el título de Escarabajo. Los fotogramas de la película eran muy similares a la fotografía ficticia. Si me pidieran que identificara cuál de ambas imágenes retrataba un coche enterrado, quizá no sería capaz de identificarlo correctamente. La realidad suele ser menos creíble que la ficción, porque la realidad no se preocupa tan escrupulosamente de hacer evidente su ‘veracidad’ como la ficción”.
Damián Ortega nació en la Ciudad de México en 1967. Comenzó su carrera como caricaturista político. Entre 1987 y 1992 formó parte del “Taller de los viernes” con Gabriel Orozco. En 2005, fue nominado para el Hugo Boss Prize y en 2007 fue nominado al Preis der Nationalgalerie für junge Kunst. De igual manera, en 2014 recibió la Smithsonian Artist Research Fellowship por parte de Smithsonian Institution y en 2006, realizó una residencia artística en Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) en Berlín. Dentro de su trabajo cabe destacar Alias Editorial, un proyecto nacido en el año 2006 que busca la publicación de textos esenciales y fundamentales dentro del arte contemporáneo.
Del 26 de junio al 30 de agosto. Puede visitarse de miércoles a domingos de 12 a 19.
Entrada general, 3.000 pesos; jubilados, docentes y estudiantes, 1.000 y menores de 12 años sin cargo.
Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929).