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MEDEA

MEDEA

De Eurípides, en versión de Irina Alonso. Un cruce de géneros, un homenaje al teatro clásico y al cine de terror. Como en un cuadro expresionista, sacrificamos la ilusión de realidad para privilegiar lo descentrado, la maquinaria, el truco, el fantasma, la interpretación del tema. Medea (la famosa hechicera venida de países bárbaros) se encuentra sola y sin opciones en un mundo violento dominado por hombres, quienes deciden su futuro y le arrebatan su poder de decisión. Perdida y traicionada, despierta su lado más salvaje, se castiga a sí misma y a quienes ama para saciar su sed de venganza. Pasan los siglos, la tragedia sigue siendo la misma.

Medea es una mujer desesperada que busca justicia. Con sus poderes de hechicera llevará a cabo la más cruel de las venganzas para castigar a Jasón, su esposo traidor. La pasión descontrolada, la hybris que producirá la tragedia, un instinto maternal que se ahoga en la venganza y la necesidad de no ser humillada. Medea y Jasón penetran en el corazón humano y no encuentran allí más que pasiones desbocadas, crueldad, ambición. Son seres atormentados por la pasión. Lo trágico se encarna de algún modo en la lucha contra un destino inexorable y en el conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses. Una vez más, el conflicto que se relata en Medea –así como los conflictos de todas las tragedias– tiene que ver con causas y sentimientos humanos.

Medea -la otra, la extranjera- es astuta, taimada, doble, certera con su magia para llevar a cabo sus designios, y con esas armas logra vencer a sus enemigos en territorio propio. Enmascarado en el ultraje del abandono de un amor antes compartido, Medea habla del erotismo del poder. Los hombres en Medea evocan y encarnan la tradición masculina de la colonización y de la opresión de la mujer, y ella, justamente una extranjera, proveniente de un país no central, será la que intente recuperar el equilibrio perdido, actuando por mano propia, porque tal vez sea eso es lo único que pueda hacer quien está reducido a ser nada. Cómo distinguir el bien del mal, cuando ya los dioses, aunque todavía los invoquemos, nos han abandonado, como nos muestra Eurípides. O se han muerto, como nos anuncia una y otra vez Nietzsche. Medea nos enfrenta a ese abismo. Somos meramente humanos que intentan hacer tratos y esos tratos son frágiles: están y estarán siempre amenazados por lo que no tiene remedio. En cualquier tiempo y en cualquier lugar. ¿Cómo traer este mito a la escena actual?, ¿Cómo montar una obra de Eurípides hoy? ¿Qué elementos de este texto escrito en el siglo V antes de Cristo nos motivan para llevarlo a escena? La única certeza que emergió de esta búsqueda fue poner en primer plano las tensiones y acciones que el texto plantea. Con Antonella Fittipaldi, Marcelo Sánchez, Iván Díaz Benítez, Noelia Perea, Carolina Krivoruk, Lourdes Gomez y Adriano Barisone. Voz en off, Ingrid Pelicori. Dirección de Gustavo Pardi.

Duración: 80 minutos.

 

Sábados a las 20. En escena desde el 5 de octubre.

Localidades, 10.000 pesos.

Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543).

EL ARTE ACTUAL 2021

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