El Museo Nacional de Bellas Artes abrió al público el Paseo de las Esculturas, un espacio al aire libre de 2.000 metros cuadrados, recuperado y parquizado, gracias a un proyecto conjunto realizado por el Museo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Amigos del Bellas Artes.
Se trata de un corredor ubicado entre el edificio principal del Bellas Artes, sobre la Avenida del Libertador, y el Pabellón de exposiciones temporarias y la sede de Amigos del Bellas Artes, en la Avenida Figueroa Alcorta.
El Paseo de las Esculturas está pensado como una extensión del Museo: una nueva sala de exposiciones al aire libre, donde se emplazaron esculturas de la colección permanente del Bellas Artes y del patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires. “La revitalización y puesta en valor del espacio entre los dos edificios, su parquización y la creación del jardín de esculturas nos permite extender parte de las actividades del Museo al aire libre, en un entorno bellísimo y natural”, afirma Andrés Duprat, director del Bellas Artes.
“Este lugar se encontraba degradado, se usaba de estacionamiento y tenía construcciones precarias adosadas al magnífico Pabellón ideado en 1960 por los arquitectos César Janello, Rubén Fraile y Jorge Gómez Alais. Ahora, en una asociación virtuosa entre Nación, Ciudad, la Asociación de Amigos y el propio Museo, lo hemos vuelto a su estado original como parque público”, agrega Duprat.
“Además de disfrutar del paseo y de las obras de arte allí expuestas –adelanta el director–, los visitantes podrán participar de actividades al aire libre como conciertos, performances, visitas guiadas y demás acciones culturales programadas para los diferentes públicos”.
De la colección del Bellas Artes, el Paseo de las Esculturas exhibe las piezas «Marejada” (1970), de Noemí Gerstein; “El deseo” (1955), de Líbero Badii; y “Juegos del viento” (2014), de Vechy Logioio, donada recientemente por la propia artista. Además, del patrimonio municipal pueden verse las esculturas “Heracles” (1909), del francés Antoine Bourdelle, y “El Inmigrante” (1936), del argentino Alberto Lagos.
Estas obras se integran así al entorno urbano y se incorporan a la trama de esculturas emplazadas en la Plaza Rubén Darío, circundante a los edificios del Museo y de Amigos, que reúne piezas como “Hierroform”, de María Juana Heras Velasco; “Clamor de la fraternidad”, de Luis Arata; y “Serena”, de Silvio Giangrande –de la colección del Bellas Artes–; junto con “Hacia la luz”, de Julio Le Parc; “El centauro herido”, de Bourdelle; y «Desarrollo espacial”, de Enio Iommi, entre otras.
El Paseo de las Esculturas del Museo Nacional de Bellas Artes está abierto al público de lunes a domingo de 9 a 19.