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Artes Plásticas | Exposiciones

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Y AMARÁS
Se trata de una selección de cuarenta y seis fotografías realizadas por Tamara Lev, que reflejan la vida cotidiana de la comunidad Jasídica en Jerusalem, Israel. Tamara se esfuerza por capturar la vibración enérgica de la comunidad a través de la inmovilidad de una fotografía. Es la ironía cautivante de una comunidad que elige vivir en relativo aislamiento, rodeada por todo lo que ofrece la era moderna y que la artista aprovecha. La yuxtaposición de una comunidad que vive en el pasado y parece desconectada del mundo exterior, mientras un iPhone captura sus circunstancias cotidianas, aporta una perspectiva singular al observador imparcial. Nosotros, que formamos parte del mundo que está siempre conectado, ¿perdemos acaso la posibilidad de vivir el momento? La vida de la comunidad Jasídica parece ser simple y aislada, sin embargo, vivir sus vidas de esta manera es una elección consciente. Esta muestra se exhibió por primera vez en The Jerusalem Theatre (Israel) en 2022, y la presentación en AMIA será la primera parada de una itinerancia por distintas ciudades de nuestro país. Tamara aporta perspectiva al tratar de transmitir la complejidad que existe en el simple acto de ser: ser, en el sentido general de la palabra, pero también “ser” parte de un mundo más grande. Son individuos singulares, pero son parte de un todo. Cada conjunto de fotos cuenta una historia e ilustra la perspectiva de otra vida vivida tan cerca de la nuestra. Lo que captura y refleja es un momento en el tiempo - la inmovilidad en movimiento. Según palabras de la artista, “al transmitir e ilustrar una manera diferente de ser, que puede parecer inocente o simple, en esencia se plantea una pregunta profunda: ¿una comunidad que está desligada del mundo, tiene un mayor sentido de claridad y propósito? ¿En realidad son tan distantes como parecen? ¿Acaso no nos esforzamos por vivir nuestras vidas con mayor propósito e intención?” “Permitile a estas fotos llevarte a un viaje. Un viaje basado en curiosidad, un deseo compartido de significado, y un profundo conocimiento de que todos los humanos están conectados. Con respeto y agradecimiento, miremos a través del ojo de la cerradura las diferentes maneras en que eligen vivir los judíos. Respetar su autenticidad, su estilo de vida, y su verdad es un factor clave para comenzar a sentir gratitud por la comunidad toda”, sostuvo Lev. Con respecto al título de la muestra, la artista compartió que “una mente curiosa es un buen punto de partida para avanzar hacia una mente más amorosa, amamos lo que conocemos y nos resulta familiar. No podemos amar lo que no conocemos, y no podemos conocer lo que no comprendemos. Y amarás no es un mandamiento. Es un tiempo verbal imperfecto, que hace referencia a acciones incompletas. Estas acciones pueden ocurrir en el futuro, tienen potencial, y se espera que ocurran. Si eliges acercarte y conocer a alguien, abres el potencial de amor, cuidado y conexión”.   Del 23 de noviembre al 15 de diciembre. Puede visitarse de lunes a jueves de 10 a 19, y los viernes de 10 a 16. Para ingresar es necesario concurrir con DNI. Espacio de Arte AMIA (Pasteur 633),
YO SOY TU PROVEEDORA
Una muestra dedicada a Osvaldo Lamborghin con la curaduría de Agustina Pérez y un texto de Mariano López Seoane. Valor secreto

En un ensayo relativamente reciente, publicado en ocasión de la muestra consagratoria que le dedica a Osvaldo Lamborghini el MACBA de Barcelona, Paul B. Preciado inscribe al artista argentino en un linaje singular, el de los “encamados”, en el que incluye también a su propio padre, al Marqués de Sade y al mítico director de Playboy, Hugh Hefner. Preciado identifica así un modelo productivo para el arte. No el de la Factory, con sus reminiscencias fordistas; tampoco el del taller cubierto de manchas, ni el del estudio, que aspira a una sublimación Zen de la oficina. Este modo de producción tiene su centro en la cama, y en Hefner su postal para las masas.  

Se sabe: Lamborghini pasó los últimos años de su vida en una cama, leyendo, escribiendo y elaborando lo que hoy entendemos como su obra plástica, que incluye fabricaciones inclasificables como el Teatro proletario de cámara y las piezas que se exhiben en esta muestra. Pero si el modo de producción lamborghiniano comparte con el de sus colegas el confinamiento a la cama y el borramiento de los límites entre trabajo y descanso, se distingue de ellos, y este es el quid, porque lleva a su extremo la cancelación de la oposición entre consumo y producción que la pornografía encierra como promesa. Me explico en dos pasos. Primero. Sade era un escritor que, como casi todos y todas, cuando estaba en la cama se entregaba a sus ensoñaciones, algunas de ellas subversivas y transgresoras, para volcarlas luego al papel. Hefner es su update para la era de masas: la cama es ahora centro de comandos desde el que, gracias al desarrollo de la técnica, puede transmutar sus fantasías en el pastiche de textos e imágenes fotográficas propio de la revista porno en su etapa imperial. Osvaldo Lamborghini es, ante todo, y a diferencia de sus precursores, sujeto de consumo: consumo de los textos que tienen uno de sus orígenes en Sade y en las imágenes que supo serializar Hefner. Pero es un consumidor que hace visible, y subraya, el momento en el que el proceso de consumo concreta su potencial como proceso de producción. Segundo. En un ensayo a esta altura clásico, precipitado de lo que en los 80s se conoció como Sex Wars del feminismo, la crítica de cine Linda Williams se calza el traje de dominatrix y lanza una mot d’ordre: géneros del cuerpo (body genres). Los géneros del cuerpo –en el cine, pero también en las artes– son los que exhiben el cuerpo en estado de éxtasis, como salido de sí mismo, en trance, en proceso de devenir. El porno es uno de ellos, por supuesto. Los otros: el terror y el melodrama. En esta malvadísima trinidad el cuerpo ocupa el centro de la pantalla cuando grita de horror, cuando llora de pena o cuando se retuerce de placer, pero lo más interesante, y este es el gran aporte de Williams, es que su presencia inquietante provoca respuestas miméticas extremas en el cuerpo del espectador, que, cuando los planetas se alinean, replica lo que sucede en la pantalla; es decir, llora, en el caso del melodrama, grita, en el caso del terror, y acaba, en el caso de una buena porno. No casualmente las obras de Lamborghini desplegadas en estas salas resaltan en más de una ocasión la palabra FIN. Un fin provisorio. Contra las advertencias de la moral cristiana, lo que estas obras muestran es que en el porno nada acaba nunca. Au contraire, acabar parece ser un modo de empezar. Estamos ante un género, o ante tres géneros, en los que la reacción orgánica primaria es un principio de producción. Y estas obras confirman esto de manera literal: empleando como soporte páginas sueltas de la imaginación pornográfica de su época, las obras se producen como resultado del encuentro no fortuito entre las fotos y las palabras serializadas y la glosa más o menos glasé, más o menos punk, que opera Lamborghini echando mano de fluidos corporales, témperas, bolígrafos y lápices. Subrayemos: las piezas están literalmente confeccionadas sobre páginas de revistas pornográficas y de libros de distinto orden, como si resultaran de un efluvio de calentura incontenible, como si no fueran producto del refinamiento intelectual sino de ciertos reflejos orgánicos. Lamborghini parece decirnos: “Cuidadito señoritos ilustrados. Señoritos leídos, educados, correctos, impolutos. No olvidéis, jamás, que es este uno de los modos de hacer arte: reaccionar, afirmativa o críticamente, a lo que otros han producido antes que nosotros”. El arte no como creación ex nihilo, como procreación, sino como glosa, como comentario, como cita, como recontextualización; en suma, como paja. Tomémonos del significante y del significado, como querría Osvaldo, el niño taza, y volvamos a la pregunta por la producción artística. Como sabemos, y a pesar de la valorización que ciertas piezas y ciertos nombres adquieren en la circulación ampliada del capital, para el común de los mortales, a quienes se nos vende el opio de la moral protestante, la idea de la producción artística es justamente la de lo improductivo, lo estéril, lo no fértil, la célebre “paja mental”, que siempre se ha pensado como derroche, como exceso, como leche derramada en vano. Lamborghini enfrenta gozoso esta afrenta, y la transforma en principio productivo. Así, “la paja” produce, contrariamente a lo que nos dicen las religiones, una capa de sentido. Bajo la forma de figuras agredidas, pero también barnizadas, perladas, aureoladas, con flujos de no dudoso origen, pero también con témperas, óleos, crayones, marcadores y lápices, materiales del mundo exterior que la diligente Hanna le hace llegar. Lo que hace Lamborghini, acabando, es mostrar que esa relación masturbatoria, de consumo y de “mero” adorno del consumo, de glosa y glaseado de lo consumido, es uno de los modos en que se produce arte en el siglo XX; acaso desde siempre. FIN.   Del 15 de agosto al 30 de septiembre. Puede visitarse de lunes a viernes de 10 a 18. Del Infinito (Quintana 325, PB).

EL ARTE ACTUAL 2021

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